Los resultados de las elecciones Paso en Santa Fe fueron más o menos predecibles, pero peores de lo esperado para el oficialismo y mejores de lo que auguraban las encuestas para los aliados locales del tándem Larreta-Morales.
Al peronismo le fue peor de lo esperado en gran medida porque fracasó la estrategia de despegar al candidato, una figura relativamente nueva, Marcelo Lewandowski, de la gestión que está concluyendo, y que casi todos los santafecinos rechazan. Tal vez les hubiera ido menos mal a los candidatos del PJ si en vez de querer disimularlos, se hacían cargo de esos antecedentes, y trataban de explicar qué habían aprendido, qué corregirían de lo hecho por Omar Perotti, qué cosas nuevas se les habían ocurrido. En suma, ideas más sensatas que tratar de silbar bajito y hacerse los distraídos.
Otro dato que salta a la luz, y que se viene repitiendo de provincia en provincia -pero en Santa Fe fue más contundente que en otros casos-, es que muchos votantes peronistas cambian de bando, apoyan a otras fuerzas, pero sobre todo muchos se quedan en sus casas, prefieren no votar a nadie. De allí la baja tasa de participación, que involucra sobre todo a votantes jóvenes y de sectores bajos. Así que podría decirse que las cosas aún pueden empeorar: si una parte de ellos, al menos, en las presidenciales se inclina por participar, y lo hace contra el oficialismo, la ventaja de la oposición puede terminar siendo aún mayor.
Una dura advertencia para los candidatos nacionales del ex Frente de Todos, que están haciendo exactamente lo mismo que sus pares de Santa Fe: como le cambiaron el nombre a su agrupación y lo esconden a Alberto Fernández creen que Massa y Cristina pueden alegremente prometer que de su mano va a empezar un auténtico gobierno nacional y popular de una buena vez, porque todo lo que ha venido pasando en los últimos diez años, y en particular en los últimos tres y medio, no tendría nada que ver con ellos. Mala idea.
En este caso, se atribuye esa diferencia a dos factores: en primer lugar, que Pullaro tenía el apoyo de un aparato territorial mucho más extendido y aceitado, el del grueso del radicalismo. En segundo lugar, que Losada se equivocó en mostrarse cada vez más virulenta contra aquel a medida que avanzó la campaña, hasta el extremo de haberlo acusado de complicidad con el narco, sin ninguna evidencia seria a la mano.
El segundo factor asocia la derrota con el perfil confrontativo y a veces abiertamente agresivo que caracteriza también a Bullrich. Así que se podría concluir del resultado que al menos en Santa Fe es cierto lo que viene diciendo Larreta, hay una masa de votantes silenciosos, a los que no les gusta el tono virulento y que van a pesar a su favor a la hora de ir a las urnas. El subtexto de esa afirmación es que Bullrich se está dejando llevar por un clima vociferante y extremista que se respira en las redes y también un poco en los medios, y no refleja el verdadero sentir de la mayoría de los electores.
En cuanto al primer factor, el referido al aparato territorial, es también una ventaja que probablemente pueda trasladarse al plano nacional a favor de la fórmula Larreta-Morales. Porque en la mayoría de los distritos los “aparatos” distritales, la mayoría de los gobernadores e intendentes, y aspirantes a gobernadores e intendentes, están de su lado. Y esto, lo sucedido en Santa Fe, lo ratifica y refuerza.
En el camino a mostrar que su coalición va a ser más amplia y más representativa que la que podría armar Bullrich, es claro que el jefe de gobierno porteño dio un buen paso adelante este domingo. La pregunta que cabe hacerse, sin embargo, es si esto supone una gran ventaja o no para esa fórmula, o si Bullrich puede compensarla sin problemas por otros medios.
Desde el principio la jefa del PRO apostó a sumar no voces diferentes, sino solo voces que piensen como ella. Y buscó incorporar, además, no a figuras territoriales de peso, jefes de orga digamos, sino a líderes de opinión: eso fue Losada y eso es Luis Petri, su precandidato a vice.
Claro que puede volverse un problema para esta estrategia aparecer, de cara a las PASO nacionales, rodeada de referentes que, en el mejor de los casos, expresan a una minoría intensa (es lo que también representa Petri en Mendoza, una voz minoriaria en la interna), frente a un arco de dirigentes territoriales, de distintas fuerzas y de muchos lugares del país, que han ganado sus propias competencias o están por ganarlas, que están demostrando, en suma, poder formar una nueva mayoría.
Tras el trastazo de Córdoba con Luis Juez, el derrape de Losada no va a pasar desapercibido para muchos votantes que se preguntan si Bullrich planea gobernar sola, y cómo podría lograrlo en las duras condiciones que nos esperan.
Tal vez ha habido ahí un error de cálculo: Bullrich no quería aparecer rodeada del aparato partidario de nadie, porque aspira a ser la jefa de un movimiento de opinión, rupturista con el statu quo; el problema es cuando los movimientos de opinión, y se está viendo en el caso de Milei, se quedan sin sustento institucional y organizativo, justo cuando pasa su mejor momento en el candelero público. Ahí la caída puede ser abrupta, lo estamos viendo justamente con Milei.
Claro, Bullrich tiene otra espalda que el libertario. Pero, en cualquier caso, una elección que parecía tener ya casi ganada tal vez esté volviéndose de nuevo más disputada.