Desde los tiempos de Plinio el Viejo, nuestra historia ha sido narrada de manera lineal, con sucesos concatenados. Una estructura histórica, que tiene el objetivo de presentar una cronología lógica, eliminando aquellos “cabos sueltos” que no encajan con la visión de los historiadores y científicos que establecen lo verosímil y lo inverosímil.
En otro artículo, he mencionado la existencia de los Ooparts (objetos fuera de lugar), artefactos que desafían la cronología histórica y que a menudo son ridiculizados por la corriente científica predominante.
Pero, ¿Qué sucedería si pudiéramos mirar a través de las rendijas de la historia oficial? y utilizáramos los mismos argumentos de rigurosidad científica para cuestionar la linealidad del tiempo conocido. Tal vez podríamos obligar a los expertos a reflexionar sobre la posibilidad desconcertante de que la historia haya omitido datos, tecnologías e incluso civilizaciones.
Como los migajones de pan, en el cuento de Hansel y Gretel, estos indicios que expondré, podrían señalar un pasado con una línea de tiempo evolutiva completamente diferente a la que conocemos.
Viajemos a Egipto, a la “Gran Pirámide de Giza”, también conocida como la Pirámide de Keops, construida alrededor del 2600 a.C. durante el reinado del faraón Khufu, cantidad de libros y artículos se han escrito sobre su construcción y los mitos que la envuelven.
Como un elefante en un bazar, el solo hecho de que exista esta pirámide frente a nuestros ojos, nos debería provocar una convulsión de cuestionamientos.
Majestuosa construcción de 150 metros de altura, con un peso total de 7 millones de toneladas, fue construida con 2.3 millones de bloques de arenisca y granito rosa. Cada uno de estos bloques constitutivos miden aproximadamente 1 metro cubico, con pesos colosales de entre 2.6 a 100 t. cada uno.
Sin entrar en debate sobre los métodos empleados para su obtención y procesamiento, marcare que el granito rosa en la escala de dureza tiene un valor de 6.5 a 7 Mohs y las herramientas de corte de la época como máximo tenían una dureza de 3 Mohs, con lo cual serian inútiles para el corte. Dejando de lado este pequeño detalle, seguiré describiendo lo que la historia oficial relata.
Los bloques que utilizaron para construir la pirámide fueron extraídos de canteras ubicadas a unos 50 km de las orillas del río Nilo. Luego, se transportaron hasta la costa y en barcazas de madera llevadas rio abajo. Desde allí, los bloques nuevamente fueron puestos en tierra y finalmente, recorrieron otros 8 km a través del desierto hasta su emplazamiento final.
El relato de este traslado es épico y de una complejidad logística inusitada, pero como mencionamos anteriormente, en esta oportunidad no cuestionaremos los detalles de su ejecución.
Sin embargo, surge una pregunta sencilla de esta proeza arquitectónica: si la construcción se extendió según la historia oficial durante aproximadamente 20 años hasta su finalización, ¿Cuántos bloques debieron colocarse por cada minuto?
Si consideramos jornadas laborales de 24 horas durante 20 años ininterrumpidos, nos da como resultado, redondeado a favor de los arquitectos egipcios, de 1 bloque de 2.6 toneladas instalados por minuto¡¡¡.
Velocidad y precisión nunca van de la mano pero en este caso, cuidaron cada uno de los detalles estructurales, para que terminada la obra, el vértice de la cúspide coincidiera con alineaciones estelares, encerrando otro enigma de precisión astronómica ¿Qué mecanismo utilizaron para orientarse?
Como si esto no fuera lo suficientemente exigente, la exactitud infinitesimal con la cual fue orientada cada cara de la pirámide con respecto a los puntos cardinales, no tiene comparación. Convirtiéndola en la construcción con la orientación más perfecta en referencia a estos puntos, hasta la actualidad.
Sin embargo, de manera menos evidente, la ubicación geográfica de las pirámides también es notable y solo mirando detenidamente encontraremos otra de aquellas migajas que les nombre. La Gran Pirámide se encuentra ubicada en la latitud 29° 58’ 45.03" N y longitud 31° 8’ 3.69" E, estas coordenadas nos llevan directamente al centro de su base.
Este dato podría parecer menor, pero por las rendijas se vislumbra una particularidad, el paso de estas coordenadas al sistema decimal, nos entrega un número intrigante: 29.9792458. ¿Qué tiene que ver este número con una pirámide milenaria?
Sorprendentemente, este número representa la velocidad de la luz descubierta en 1676, siendo una de las tres constantes fundamentales de la física y pilar de la teoría de la relatividad y de la física cuántica.
¿Otra Casualidad?
Mientras admiramos la majestuosidad de la Gran Pirámide, recordemos que su enigma va más allá de la piedra y la arena y que nuestra historia lineal no nos revela cómo se llevaron a cabo estas proezas.
Como si estuviéramos frente a dos pastillas: una roja y otra azul. Al igual que Neo en “Matrix”, debemos elegir: ¿aceptamos la realidad tal como nos la han contado o nos aventuramos a descubrir los secretos ocultos en el telar de las sombras?
La Gran Pirámide nos invita a tomar esa decisión, a explorar lo desconocido y a cuestionar lo establecido… ¿Qué pastilla eliges?
Autor: Juan Pablo Quintanal
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