Hoy se conmemora el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, fecha en la que se recuerda a las víctimas de la última dictadura militar que se instaló en 1976.
A 48 años de unos de los momentos más tristes de la historia argentina, distintas organizaciones de Derechos Humanos, Políticas y Sociales realizan marchas en todo el país, y Salta no es la excepción. En la capital salteña la concentración es en Plaza 9 de julio a las 10 horas, para luego dirigirse al Portal de la Memoria, el cual está ubicado en el parque San Martín.
Ante ello, se recomienda a los conductores que transiten por el centro circular con precaución en el horario de la marcha, ya que se dispusieron cortes de tránsito.
Un poco de historia:
El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 le dio paso al gobierno militar que condujo el país durante 2756 días, los transcurridos hasta que se formalizó el regreso de la democracia en 1983, en una de las etapas más oscuras en la historia de la Argentina que fue precedida por tiempos marcados por la inestabilidad política y la violencia.
Ese golpe de Estado fue el sexto que sufrió la Argentina en 47 años, en un período de alternancia entre gobiernos democráticos y militares que comenzó en 1930, con el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen, y culminó con la asunción de Raúl Alfonsín, en 1983.
Aquel 24 de marzo, la Junta Militar tomó por asalto el poder que estaba en manos del gobierno democrático encabezado por Isabel Perón, quien había heredado la presidencia con el fallecimiento de Juan Domingo Perón el 1º de julio de 1974.
El período de facto transcurrido entre 1976 y 1983 tuvo cuatro jefes de Estado, en el plan que llamaron Proceso de Reorganización Nacional: fueron Jorge Rafael Videla (1976-1981), Roberto Eduardo Viola (1981-1982), Leopoldo Fortunato Galtieri (1982) y Reynaldo Antonio Benito Bignone (1982-1983).
El gobierno del radical Alfonsín trajo consigo el comienzo de una era de estabilidad democrática en el país, aunque todavía debió soportar una serie de alzamientos militares que se extendieron hasta la presidencia de Carlos Saúl Menem, a principios de la década del '90.
Así, el último presidente de facto que tuvo la Argentina fue Bignone, quien gobernó desde el 1º de julio de 1982 hasta el 10 de diciembre de 1983, cuando Alfonsín asumió el mandato que había recibido en las elecciones realizadas el 30 de octubre.
Cronología del golpe de Estado de 1976
La muerte de Juan Domingo Perón agravó un escenario político que ya se mostraba inestable con el líder del Partido Justicialista en sus últimos tiempos en la Presidencia, a la que había llegado después de ganar las elecciones de septiembre de 1973, aunque ya con el peso de sus 77 años.
Eran tiempos en los que ya habían aparecido células guerrilleras agrupadas en dos líneas principales: Montoneros (peronistas) y Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP, marxistas).
Tras el fallecimiento de Perón, el gobierno recayó en su viuda, María Estela Martínez de Perón, aunque en realidad se produjo un vacío de poder que permitió el crecimiento de la influencia del ministro de Bienestar Social, José López Rega, hombre de confianza de la presidenta y miembro de la logia anticomunista internacional Propaganda Due.
López Rega lideraba una organización terrorista parapolicial que se autodenominó Triple A, que saldría a la caza de dirigentes considerados "de izquierda" luego de la muerte de Perón. Incluso, muchos de sus efectivos se incorporaron a los grupos de tareas a partir del golpe de Estado del '76.
El 5 de febrero de 1975 comenzó el Operativo Independencia, una intervención militar para combatir bastiones de la guerrilla en la selva de Tucumán, que mantenía una presencia en la zona desde principios de 1974.
El 28 de noviembre de 1975 se alumbró el llamado Plan Cóndor, un acuerdo empujado por Estados Unidos y firmado por todos los países del Cono Sur (Argentina, Chile, Brasil, Paraguay y Uruguay), en Santiago de Chile.
Este acuerdo tenía el propósito de agudizar “los contactos bilaterales o multilaterales a voluntad de los respectivos países aquí participantes para el intercambio de información subversiva, abriendo propios o nuevos carteles de antecedentes de los respectivos servicios”.
La endeble estabilidad democrática argentina tambaleó a fines de 1975: el 18 de diciembre, el sector ultranacionalista de la Fuerza Aérea se sublevó y llevó a cabo un fallido intento de golpe de Estado. Varios aviones despegaron de la base aérea de Morón y ametrallaron la Casa Rosada. La rebelión fue repelida cuatro días después.
Aunque los militares insurrectos no lograron el objetivo, sí consiguieron el desplazamiento del comandante de la Fuerza Aérea, Héctor Fautario, último oficial leal a Isabel Perón y receptor de duras críticas desde el Ejército y la Marina por su vehemente oposición a sus planes represivos, y por no movilizar sus hombres en la lucha contra la guerrilla.
Desde Tucumán, donde encabezaba al Ejército en los combates contra los guerrilleros, Jorge Videla (había asumido al frente de la fuerza en agosto del 75) impuso en la Navidad un ultimátum de 90 días al gobierno de Isabel para que “ordenara” el país. El destino de la viuda de Perón estaba sellado desde un par de meses antes.
Tras un período de descanso en la ciudad cordobesa de Ascochinga, Isabel Perón había retomado la Presidencia antes del 17 de octubre de 1975, cuando se realizó el acto del Día de la Lealtad justicialista y en la Plaza de Mayo ya se respiraba una atmósfera destituyente: "Si la tocan a Isabel habrá guerra sin cuartel", cantaron los manifestantes encolumnados en movimientos sindicales.
En esos días, el gobierno de los Estados Unidos ya había recibido un lapidario informe de su embajador en la Argentina, Robert Hill, quien dio cuenta de la debilidad de Isabelita e incluso anticipó la inminencia de un golpe de Estado.
El poder del gobierno se licuó por el clima violento en el país, fomentado también desde el seno del gabinete por López Rega, por las acciones militares pero también por el apoyo de civiles que se alinearon detrás del movimiento destituyente. Algunos dijeron, años más tarde, no haber tenido la sospecha de un accionar tan radical de la Junta Militar al asumir.
No tuvieron en cuenta los niveles de odio y enfrentamiento cuerpo a cuerpo que tenían militares y guerrilleros. En ese marco, el vicario castrense, monseñor Servando Tortolo se reunió con Isabel Perón el 29 de diciembre de 1975 para, trascendió, llevarle el mensaje de los tres comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas para que presentara la renuncia.
Ya en 1976, la economía agravó la situación, con una inflación de dos dígitos en los dos primeros meses (18 y 20 por ciento) que hizo insuficiente el aumento salarial del 18 por ciento que había dado el gobierno en enero. El precio del dólar casi se triplicó.
En lo político, el Congreso no respondía a los pedidos para tratar proyectos de ley enviados desde el Ejecutivo. La licuación del poder era cada vez más evidente.
Se ubicó en Washington DC un último intento de lograr el apoyo de Estados Unidos, con la reunión que el 11 de febrero tuvo el canciller Raúl Quijano con el secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, a quien incluso invitaron a que visitara la Argentina, convite del que declinó.
Una de las últimas apariciones públicas de Isabelita fue el 10 de marzo, en un acto en la sede de la Confederación General del Trabajo (CGT). No se llevó respaldo de una cúpula gremial que le había soltado la mano, ni pudo contagiar el entusiasmo que le puso a su discurso: "Veo demasiadas caras tristes. Yo sé que cuando hay que ajustarse el cinturón las caras se ponen tristes. Pero también les digo que no hay que perder el optimismo, porque si no estuviera segura de que vamos a salir adelante no estaría sentada aquí delante de ustedes”, dijo.
Ricardo Balbín, el líder de la Unión Cívica Radical (UCR), intentó el 16 de marzo sosegar el mal clima que iba in crescendo: “Desde aquí invoco al conjunto nacional, para que en horas exhibamos a la República un programa, una decisión, para que se deponga la soberbia cuando se trata de estas cosas. Lo digo desde arriba para abajo. No hay que andar con látigos, hay que andar con sentidos morales de la vida”.
El 22 de marzo regresó al país el empresario Jorge Antonio, un viejo amigo de Juan Domingo Perón quien había estado 18 años exiliado. Sus declaraciones públicas fueron lapidarias: "Si las Fuerzas Armadas vienen a poner orden, respeto y estabilidad, bienvenidas sean". Ese mismo día Casildo Herreras, secretario general de la CGT, se fue a Uruguay para ya no regresar.
El martes 23 fue un largo día que terminó en los primeros minutos del miércoles 24 de marzo con el derrocamiento de Isabel Perón. En la mañana previa, el ministro de Defensa José Alberto Deheza se reunió con los jefes militares, quienes le exigieron la renuncia de la Presidenta de la Nación.
Isabel partió en helicóptero desde la Casa Rosada hacia la residencia de Olivos poco antes de la 1 del miércoles 24. Imprevistamente, la nave aterrizó en Aeroparque. Allí, Isabelita fue informada de que había sido destituida.
A la 1.50, la ya ex presidenta fue enviada en un avión de la Fuerza Aérea a Neuquén, como detenida. A las 10.40, la Junta Militar asumió el control del gobierno para dar inicio de una etapa de siete años, seis meses y 13 días de una dictadura sangrienta en el marco de una década de plomo, dominada por el choque de la violencia guerrillera y el terrorismo de Estado.