Mientras sus partidarios asaltaban el Congreso, el Palacio de Gobierno y el Tribunal Supremo en Brasilia, el expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, aguardó varias horas antes de pronunciarse. Lo hizo a través de varios tuits, desde Orlando (Florida), donde se encuentra: “Las manifestaciones pacíficas, conforme a la ley, son parte de la democracia. Sin embargo, las depredaciones e invasiones de edificios públicos como las ocurridas hoy, así como las practicadas por la izquierda en 2013 y 2017, escapan a la regla”, afirmó el ultraderechista, que se refiere a las protestas populares en la recta final del Gobierno de Dilma Rousseff y tras su destitución, cuando manifestantes se pasearon por el tejado del Congreso.
“A lo largo de mi mandato, siempre he estado dentro de las cuatro líneas de la Constitución respetando y defendiendo las leyes, la democracia, la transparencia y nuestra sagrada libertad”, ha escrito en un segundo tuit. “Además, repudio las acusaciones, sin pruebas, que me atribuye el actual jefe del poder ejecutivo de Brasil”, ha añadido en un tercero, que cierra el hilo, y con el que sale al paso de las palabras del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, que lo responsabilizó del asalto.
En esta última semana se han difundido imágenes del exmandatario saludando a sus seguidores y también una fotografía suya comiendo pollo frito en un restaurante de KFC en Orlando (Florida) a donde viajó el 30 de diciembre sin dar muchas explicaciones. Bolsonaro llegó al aeropuerto Signature Flight Support de Orlando a bordo del avión presidencial y fue trasladado, escoltado por su servicio de seguridad, a una mansión del exluchador de artes marciales mixtas brasileño José Aldo da Silva, en la que se ha estado alojando.
Con el viaje a Estados Unidos en los últimos días de su presidencia, Bolsonaro evitaba el trago de imponer la banda presidencial y hacer el traspaso solemne del poder a su sucesor y rival, Luiz Inácio Lula da Silva. Bolsonaro está sujeto a varias investigaciones sobre su gestión, por lo que se ha especulado con que su salida del país busque esquivarlas.
El expresidente se negó a reconocer expresamente la victoria de Lula en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas de hace algo más de dos meses. Después de sentar dudas sobre la limpieza del proceso antes del día de las elecciones, guardó silencio tras el 30 de octubre, cuando cayó derrotado en la segunda vuelta de las presidenciales. Lo rompió para pedir a sus seguidores disconformes con el resultado electoral que despejasen las carreteras que mantenían bloqueadas, luego para advertir que las Fuerzas Armadas eran “el último obstáculo contra el terrorismo” y finalmente, antes de partir hacia Estados Unidos, se despidió entre lágrimas con un mensaje desde el Palacio de Alvorada.
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