La economía mundial puede estar encaminada a años de débil crecimiento y aumento de precios, una combinación tóxica que pondrá a prueba la estabilidad de docenas de países que aún luchan por recuperarse de la pandemia, advirtió el martes el Banco Mundial.
Desde la década de 1970 -cuando las dos crisis del petróleo minaron el crecimiento y elevaron los precios, dando lugar a la enfermedad conocida como “estanflación”- la economía mundial no se enfrentaba a un reto semejante.
El banco recortó su previsión de crecimiento mundial anual al 2,9%, desde el 4,1% de enero, y afirmó que “es probable que el escaso crecimiento persista a lo largo de la década debido a la debilidad de la inversión en la mayor parte del mundo”.
Las repercusiones de la invasión rusa de Ucrania han agravado la desaceleración mundial al hacer subir los precios de una serie de productos básicos, alimentando la inflación. El crecimiento mundial de este año será aproximadamente la mitad de la tasa anualizada del año pasado y se espera que mejore poco en 2023 y 2024.
Esta será la caída más brusca tras el repunte inicial posterior a la recesión que ha sufrido la economía mundial en más de 80 años, según el banco. Y la situación podría empeorar aún más si la guerra de Ucrania fractura las redes comerciales y financieras mundiales o si el aumento de los precios de los alimentos desata el malestar social en los países importadores.
“El riesgo de estanflación es considerable, con consecuencias potencialmente desestabilizadoras para las economías de ingresos bajos y medios”, dijo David Malpass, presidente de la institución multilateral de desarrollo en Washington. “Existe un grave riesgo de malnutrición y de profundización del hambre e incluso de hambruna en algunas zonas”.
Si los peores resultados se materializan, el crecimiento mundial en los próximos dos años podría caer “cerca de cero”, añadió.
Con pocas excepciones, las perspectivas económicas son problemáticas.
En el tercer año de pandemia, la economía mundial se ha visto afectada este año por lo que el Banco Mundial califica de “crisis superpuestas”: las secuelas de la guerra en Ucrania, los recurrentes cierres por coronavirus que afectan a las fábricas chinas y las mayores tasas de inflación en décadas.
Por ahora, las mayores áreas de preocupación se encuentran más allá de las fronteras de Estados Unidos. Una recesión en Europa es una posibilidad real, ya que el continente se esfuerza por acoger a casi 7 millones de refugiados ucranianos y lidiar con los trastornos en los mercados energéticos. En otros lugares, la interrupción de las exportaciones de grano a través del Mar Negro está perjudicando a países como Líbano, Egipto y Somalia. China está sufriendo por sus rígidas políticas de COVID-19 cero y luchando contra la costosa debilidad del mercado inmobiliario.
Aunque la economía estadounidense se contrajo en los tres primeros meses del año durante la oleada de variantes del ómicron, se espera que el crecimiento repunte en el trimestre actual, según las estimaciones de los economistas. Los indicadores de los mercados financieros sobre las futuras tasas de inflación han disminuido desde finales de abril, lo que ha aliviado -aunque no eliminado- los temores a una prolongada espiral de precios.