El general de división ruso Vladimir Frolov, del 8º Ejército, murió en combate en Ucrania y fue enterrado en Rusia según un comunicado del gobernador de San Petersburgo. El comunicado de Alexander Beglov no ofrece detalles sobre cuándo o dónde murió Frolov.
Como subcomandante del 8º Ejército, Frolov lideraba las fuerzas desplegadas en una zona cercana a Mariupol, la devastada ciudad portuaria que Rusia asediada hace casi tres meses.
Desde el comienzo de la invasión, el ejército de Vladimir Putin se ha enfrentado a una feroz resistencia. Expertos afirman que el Kremlin tuvo dificultades para progresar con la rapidez que esperaba. Y desde que comenzó su ofensiva el propio Kremlin reconoce más de 21.000 soldados muertos en combate, la mayoría de ellos jóvenes que fueron enviados engañados a luchar, porque pensaban que iban a un entrenamiento. La cifra, además incluye a más de 20 de figuras militares de alto nivel.
Según explicó Jonathan Jackson, especialista de la Universidad de la Ciudad de Birmingham, es muy probable que el ataque a los altos mandos terrestres rusos forme parte de una estrategia ucraniana más amplia para desbaratar la red de mando y control de sus enemigos.
Es cierto que los altos mandos siempre han estado expuestos a convertirse en objetivos en el campo de batalla, algo que el Ejército Rojo utilizó con un efecto devastador en las ruinas de Stalingrado en 1942, en las que los francotiradores soviéticos apuntaron tanto a los rangos inferiores como a los superiores. Sin embargo, lo que difiere entre este conflicto y los librados en el pasado es la proximidad a la línea del frente en la que parecen operar los generales rusos. La falta de confianza que tienen en sus líneas de comunicación y en el nivel de los mandos en tierra - resultado de los niveles crónicos de corrupción - está proporcionando claras oportunidades para que los militares ucranianos golpeen a los pocos líderes militares competentes.
Ucrania cuenta con varias unidades de combate bien equipadas que serían capaces de llevar a cabo misiones especializadas, por lo que parece que se podría aprovechar cualquier oportunidad para lanzar un ataque directo contra los generales, diseñado para interrumpir las líneas de comunicación, causar confusión y frenar aún más el avance ruso.
También es enormemente simbólico y proporciona un claro ejemplo a las bases rusas de que sus enemigos pueden apuntar a los altos mandos con facilidad, demostrando un fracaso del sistema para proteger a su personal superior. Es un claro símbolo de un sistema de comunicación débil e incompetente que está obligando a los generales a pasar de la toma de decisiones estratégicas a las tácticas.
Esto provoca la desconfianza en la eficacia de las cadenas de mando, y la duda se extiende mucho más rápido que la convicción.
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