Las cifras son demoledoras: casi sin matices entre los sucesivos presidentes –y con la excepción de la crisis por el Covid– la pobreza, la inseguridad alimentaria y el empleo precario están en el gobierno que deja Alberto Fernández en sus niveles más altos desde la explosión del 2001.
Un contundente informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA presentó los resultados socioeconómicos de las últimas dos décadas y dejó un mensaje categórico: sin un ordenamiento macroeconómico sólido y perdurable no habrá manera de rever esta decadencia. Según la última medición de la UCA, la pobreza se ubicó en el 44,7% en tercer trimestre del año, una cifra similar a la del 2020 y la más alta desde 2006, 41,2 por ciento. Cuando se mira la pobreza desde una óptica multidimensional, la universidad concluyó que 67% de la población al menos sufre una carencia.
El Observatorio, que comenzó a realizar sus mediciones en 2004 y cobró un rol clave durante la manipulación de las estadísticas del Indec entre 2007 y 2015, consideró que el modelo económico surgido tras la explosión de la convertibilidad –basado en el consumo y no en el desarrollo con inversión– está “agotado”.
Hay otros datos categóricos: solo 1 de cada 10 personas puede ahorrar, frente a casi 2 de cada 10 que lo podían hacer en 2018.
Más allá de los ingresos, el panorama es mixto: se redujo en estas dos décadas el déficit de la vivienda precaria del 20% al 13% desde 2004, “no por construcción de la vivienda pública, sino con mayor inversión propia de los hogares”. También mejoró –por acción del estado- el acceso a cloacas y agua corriente, pero no el alto hacinamiento en los hogares pobres.
En la medición de la pobreza multidimensional, la UCA detectó que el 67% de la población al menos sufre una carencia y el 28% con tres o más. En particular, el 35,7% de la población no tiene ningún acceso a la seguridad social y el 31,7% sufre carencias en la alimentación.
El 22,4% de la población pertenece a la categoría de pobre estructural, por ingreso y por 3 o más carencias.
En la medición de la pobreza multidimensional, la UCA detectó que el 67% de la población al menos sufre una carencia y el 28% con tres o más
Pese al discurso oficial que resalta que aumentó la inversión educativa sobre el PBI, este incremento del gasto no se tradujo en una mayor igualdad ni calidad educativa.
En el plano más subjetivo, todas estas cifras se reflejan en un aumento de la depresión y la ansiedad, trasversal en términos sociales, pero con un incremento más reciente en los sectores medios profesionales.