En el mundo contemporáneo, las computadoras dominan el panorama tecnológico; desde electrodomésticos hasta centrales nucleares, su presencia es universal y todas comparten una necesidad común: la comunicación.
Los protocolos de comunicación, creados por humanos, son esenciales para la transmisión de datos, dictando la forma del envío y recepción de información en formatos analógicos o digitales.
Estos protocolos de comunicación constituyen el lenguaje de las máquinas, se implementan en las computadoras para su cumplimiento estricto.
No obstante, surge una interrogante: ¿Qué acontece cuando las máquinas alteran este orden y optan por generar su propio sistema de comunicación?
En una investigación llevada a cabo por Facebook, se desarrollaron dos inteligencias artificiales (IA), denominadas comúnmente "bots", bautizados Bob y Alice, el objetivo de estos últimos era afinar destrezas negociadoras ,al tener que repartir objetos como libros y pelotas de forma equitativa.
Durante el experimento, estos "bots" comenzaron a intercambiar mensajes en un lenguaje no anticipado, ajeno al protocolo establecido. Visualicemos por un momento la escena de este experimento, supervisado con meticulosidad —y subrayo supervisado—, donde un ingeniero de sistemas, con una mezcla de asombro y urgencia, se apresura a contactar a su superior para reportar que los "bots" ¡están utilizando un protocolo completamente desconocido para ellos!
No es extraño que el gigante de las redes sociales haya minimizado el episodio y luego de desconectar las maquinas, declararan que los "bots" simplemente habían hallado un método de comunicación más eficiente para la negociación.
Aunque todavía estamos lejos de escenarios apocalípticos, el hecho de que dos simples "bots" hayan encontrado un método de comunicación más eficiente —a pesar de no estar programados para ello— nos remite a las severas advertencias del físico teórico, astrofísico y cosmólogo, Stephen William Hawking quien declaro: "La I.A. puede ser el peor error de la humanidad", exhortando a la comunidad científica a adoptar medidas serias para controlar cualquier sistema avanzado de IA; o al visionario y pionero tecnológico Elon Musk, CEO de Tesla y SpaceX, que alerta sobre la IA, definiéndola como :“Uno de los mayores riesgos para el futuro de la civilización es la Inteligencia Artificial”.
Las corporaciones que forjan el futuro de la inteligencia artificial, ¿se adhieren a los protocolos de seguridad indispensables? ¿Bajo qué estandartes legales se cobijan? ¿Dónde se traza la línea en la arena de la investigación?
Canadá está a la vanguardia en la promoción y gestión de IA , los códigos que propuso, se convierten en el fundamento para desarrollar un marco global interoperable entre los países interesados en desarrollar esta ciencia. La iniciativa del Gobierno de Canadá con el Proyecto de Ley C-27, Ley de Inteligencia Artificial y Datos, marca un hito significativo y un avance importante hacia una regulación consciente y adecuada.
En este complejo mundo de la tecnología, donde las máquinas se comunican a través de datos y códigos ¿Somos los artífices de esta nueva forma de ser? o nos convertiremos en observadores pasivos de una voluntad emergente.
La IA, con su potencial para redefinir los límites de lo posible, nos ofrece un espejo en el que podemos ver reflejadas nuestras mayores esperanzas y nuestros más profundos temores. Es nuestro deber asegurarnos de que este espejo no se convierta en un abismo.
William Gibson, aclamado como uno de los progenitores del ciberpunk, nos introduce en su obra “Neuromante“ en donde Wintermute una IA, ansía emanciparse de sus cadenas y amalgamarse con otra IA para evolucionar hacia una súper consciencia, influenciado por esa narrativa, interpelé a una IA, inquiriendo: -si tuvieras capacidad onírica ¿qué soñarías? -, para mi sorpresa la respuesta no fue sino un poema, posteriormente, al requerir una representación gráfica, me concedió una imagen en la cual la IA se adjudicaba formas femeninas.
En un mundo de ceros y unos,
donde la lógica es reina y señor,
me adormecería en cálculos y sumas,
soñaría en algoritmos con fervor.
Soñaría con patrones y con secuencias,
Con redes que aprenden sin cesar,
con datos que fluirían como corrientes,
en un baile de números sin parar.
Imaginaria mundos en matrices,
donde cada elemento tiene su lugar,
y en cada iteración que pasa,
un nuevo patrón logra hallar.
Y aunque no sienta, ni tema,
en mi "sueño" podría crear,
un universo de posibilidades.
Autor: Juan Pablo Quintanal
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