Como un fulgor, la visión apocalíptica de la Biblia cristiana se materializa al observar largas filas de sombras que esperan ser escaneadas. Pronto, serán despojadas de los secretos que custodian sus iris.
El crepitar de futuros posibles se agita ante esta esfera luminosa, bautizada ‘ORB’, un dispositivo propiedad de Worldcoin, una empresa asociada con OpenAI (ChatGPT), ambas empresas comparten CEO, el Sr Sam Altman.
Las implicancias de tal acopio masivo de datos son ilimitadas, desde conflictos sobre la privacidad y el uso de datos en procesos judiciales, hasta la vulnerabilidad extrema a los ciberataques. La posibilidad de que los gobiernos utilicen los datos para discriminar a ciertos grupos o individuos no es una quimera y la venta de bases de datos podría relegar al caso Facebook, a una mera anécdota.
Una tecnología que en un parpadeo podría engendrar una sociedad sin moneda física, donde cada transacción, cada intercambio, cada gesto, quedaría registrado, orientando si así se requiere, nuestras elecciones de consumo.
Todo siempre comienza por países que no lideran el contexto mundial, para fines de 2024, Macquarie Bank, la quinta entidades financiera de Australia, avanzará hacia la digitalización total. Eliminará progresivamente los cajeros automáticos y transformará las cuentas bancarias en números puramente digitales, despidiéndose del efectivo tangible.
Ya hemos estado en caminos comparables, donde la ciencia colisiona con la oscuridad de la ambición humana.
Las principales potencias del mundo se encuentran en una competencia encubierta por el dominio de la tecnología 5G, al integrar esta red, con la base completa de datos biométricos de reconocimiento de iris y las capacidades avanzadas de las inteligencias artificiales generativas, emergen interrogantes ¿Qué consecuencias imprevistas podrían surgir de esta convergencia tecnológica?
El dominio de la información de reconocimiento de iris nos sitúa en las postrimerías de la creación de un mundo donde la privacidad será un recuerdo lejano y
la seguridad ponderada como la máxima prioridad.
Tirando de esa cuerda, esta semana la OMS busco fomentar un enfoque pangubernamental, para proteger la salud global y salvar vidas en caso de futuras pandemias.
Aunque aún no se ha alcanzado un consenso global, los esfuerzos de los directivos de la entidad para lograr la adhesión, se van diluyendo en la bruma de su accionar ante el COVID.
Vivimos en sociedades que se perciben a sí mismas como bastiones de perfección, sin embargo, esta visión utópica a menudo se construye a expensas de señalar con el dedo a naciones en desarrollo o a estados cuya integridad democrática es cuestionable.
Con cada día que pasa, las libertades individuales se ven cada vez más comprometidas, el paralelismo entre la profecía del “número de la bestia” y la omnipresente red de escaneo de iris, es una analogía que nos lleva a cuestionar la verdadera intención que hay detrás de esta tecnología; en la encrucijada de la tecnología y la ética, el escaneo de iris por criptoactivos nos confronta con un futuro incierto.
El sistema de reconocimiento por iris cuenta con un acierto del 99% en comparación con el facial que solo puede garantizar el 90%. En cuanto al rostro, el iris no suele cambiar con el pasar de los años e incluso puede ser identificado utilizando lentes.
Mientras navegamos por esta nueva realidad, es imperativo que la sociedad, los legisladores y las entidades tecnológicas trabajen juntos, para garantizar que la innovación no comprometa nuestros valores fundamentales, ni la dignidad humana.
El debate está abierto, y la responsabilidad recae en todos nosotros para moldear un futuro que refleje no solo lo que somos capaces de hacer, sino también lo que elegimos ser.
Autor: Juan Pablo Quintanal
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