En el mundo, ya se han aplicado más de 10.000 millones de dosis de vacunas contra el COVID-19. Esto implica que ya más del 60% de la humanidad recibió al menos la primera dosis y el 50% tiene el esquema completo. En la Argentina, el 78% de la población general tiene ambas dosis aplicadas de las vacunas llamadas de primera generación.
Algunos países ya están probando las llamadas vacunas de segunda generación: productos más avanzados que tienen por objeto generar una fuerte protección frente a nuevas versiones del virus y mantener los perfiles de seguridad necesarios para ser aplicadas.
Argentina se encuentra muy bien posicionada en el concierto científico internacional con el proyecto de 7 vacunas candidatas en desarrollo. Muchas de ellas podrían comenzar sus ensayos clínicos antes de fin de año. Algunos proyectos están más avanzados que otros y la mayoría cuenta con el apoyo del Estado, a través del financiamiento de la Unidad Coronavirus, integrada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, el Conicet y la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación.
A pocos meses de comenzada la pandemia, la científica Juliana Cassataro y su equipo de investigación en la Universidad Nacional de San Martín y el Conicet comenzaron a trabajar en el desarrollo de una vacuna contra el COVID-19, junto al laboratorio Pablo Cassará.
Esta vacuna local, que lleva el nombre de la primera médica argentina y fundadora de la Escuela de Enfermería, se basa en proteínas recombinantes, una tecnología similar a la usada en la vacuna del Hepatitis B o el Virus de Papiloma Humano (VPH). Sus creadores estiman que este año podría estar comenzando los ensayos clínicos.
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