Los austriacos votan este domingo para elegir presidente en medio de una crisis energética y alta inflación, con el ecologista Alexander Van der Bellen como favorito a lograr su reelección seis años después de su agónico triunfo sobre un candidato de extrema derecha.
Con una campaña basada en el lema de "claridad", Van der Bellen, un profesor de Economía de 78 años y de tendencia proeuropea, alcanzaría más del 50% de los votos, con lo que evitaría un balotaje, según los últimos sondeos previos a la elección.
Sus seis adversarios en esta primera vuelta, entre ellos Walter Rosenkranz, del Partido de la Libertad (FPO), una agrupación de extrema derecha fundada por exnazis que casi gana la Presidencia en 2016, se reparten el resto del apoyo.
En su campaña, el presidente saliente se presenta como "la opción segura en tiempos tormentosos", ante los efectos de la invasión rusa a Ucrania, que ha impulsado la inflación en toda Europa, y de la pandemia de coronavirus.
Van der Bellen venció a un candidato del FPO, Norbert Hofer, en diciembre de 2016, coartando lo que hubiera sido el primer triunfo de una formación de extrema derecha en una elección de presidente o Gobierno en Europa en la posguerra.
Esa votación fue una repetición ordenada por el Tribunal Constitucional después de que el FPO denunciara irregularidades generalizadas en la segunda vuelta de las elecciones de ese año, que Van der Bellen había ganado por estrecho margen.
Aunque perdió, Hofer sacó un 46% de los votos en la repetición del balotaje.
Aunque la ultraderecha ha perdido terreno en los últimos años, Austria enfrenta condiciones que en otros países han dado impulso a partidos como el FPO, como precios cada vez más altos de la energía y los alimentos y un repunte de la pobreza.
"Estaría bien ver claro (los resultados) hoy mismo, y sería bueno para Austria. Nos ayudaría a concentrarnos por completo (...) en las muchas crisis que afrontamos en Europa", dijo Van der Bellen tras votar en Viena, informó la agencia de noticias AFP.
El presidente austriaco es, en principio, una figura en gran medida ceremonial, pero desempeña un papel destacado en tiempos de crisis política interna. Eso ha dado a Van der Bellen una gran visibilidad.
Después de que la coalición del canciller conservador Sebastian Kurz con el FPO se derrumbara en un escándalo en 2019, el presidente nombró un gabinete interino no partidista.
El presidente, además, designa al canciller federal, que es el jefe de Gobierno y quien en realidad lleva las riendas del país del centro de Europa.
Unas 6,4 millones de personas están llamadas a las urnas, de una población total de 9 millones.
Los centros de votación en Viena y gran parte del resto del país cerrarán a las 17 (las 14 en Argentina).
Las primeras proyecciones se conocerán justo después.
El FPO ansía repetir el escenario de 2016.
Pero su candidato es poco conocido: Rosenkranz, de 60 años, obtendría solo 15% de los sufragios, a diferencia de lo ocurrido en las recientes elecciones en Suecia y en Italia.
Los casos de corrupción hicieron perder terreno a la extrema derecha austriaca luego de haber sido, hace seis años, la primera de Europa en acariciar la victoria en una elección presidencial.
El FPO había accedido al Gobierno en el marco de una coalición con los conservadores del joven primer ministro Sebastian Kurz, pero tuvo que dejar el poder en 2019 tras un rocambolesco escándalo y no volvió a recuperar su pasada gloria.
Con el apoyo explícito de la Unión Europea (UE), Van der Bellen garantizó la continuidad del Estado, tras la agitación y los sucesivos cambios de cancilleres.
Austero, agnóstico y casado dos veces en tierra católica, el exjefe de los Verdes y decano de la facultad de Economía de Viena pudo hacer olvidar su fuerte talante de izquierda para congregar y unir.
Este gran fumador, que luce siempre barba de tres días, se hace ahora fotografiar con el típico saco alpino junto a las montañas nevadas para convencer a la opinión de su patriotismo.
Este ecologista es además hijo de refugiados. Su padre, un aristócrata, y su madre estonia llegaron a Viena durante la Segunda Guerra Mundial antes de trasladarse al Tirol, huyendo de la llegada del Ejército rojo soviético.
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