Las autoridades de Perú han catalogado como “el peor desastre ecológico ocurrido en Lima en los últimos tiempos”. A la fecha, las cifras oficiales del Ministerio de Ambiente señalan que el petróleo vertido en las costas se extiende por más de siete millones de metros cuadrados de mar. El agua tóxica ha perjudicado también orillas y franjas de 24 playas por un conjunto de casi dos millones de metros cuadrados.
La desgracia tiene como punto de partida el 15 de enero último, cuando un buque descargaba crudo en uno de los terminales de la refinería La Pampilla, de dominio de la compañía Repsol. Desde entonces, la corporación española ha insistido en que un oleaje anómalo por la erupción del volcán submarino de Tonga rompió conexiones de la embarcación y que sí aplicó correctamente su plan de contingencia, aprobado por el Estado peruano en el 2015.
No obstante, con el pasar de los días, lo comunicado por la empresa ha devenido en inconsistente. El viernes pasado, el gobierno peruano informó a la ciudadanía que el derrame fue de unos 11.900 barriles de petróleo y no solo de 6.000, como había dicho Repsol anteriormente. Además, el capitán del buque italiano contratado para la descarga relató que la compañía no había respondido a tiempo ante la emergencia.
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