La frustrada intentona golpista dejó al gobierno de Luis Arce más débil de lo que ya estaba. Embarrado por el fango político de una lucha de poder con su mentor y antecesor Evo Morales, el presidente de Bolivia deberá enfrentar en absoluta soledad los 13 meses que restan para las elecciones presidenciales de 2025 y con unas Fuerzas Armadas divididas y amenazantes. El panorama es desalentador, en medio de una situación económica cada vez más difícil. Si bien analistas comparaban la asonada del miércoles con un show castrense y hasta con un autogolpe, teoría que fue expuesta por el propio general golpista Juan José Zuñiga, la realidad es que Arce tiene hoy un horizonte para nada claro. Su pelea con Morales por el poder dejó a la vista su enorme debilidad. “Lo que ha sucedido es una muestra de la fragilidad del gobierno. Y esa fragilidad va a empeorar. Por más que Arce y su equipo se hayan dado un baño de popularidad a nivel mundial, ha quedado claro que el proceso democrático boliviano puede ser lastimado y permite aventuras golpistas”, dijo el analista boliviano Ricardo Calla.
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