En los dos meses desde que Rusia invadió Ucrania, el silencio —e incluso la aquiescencia—, de la élite rusa ha comenzado a desmoronarse.
A pesar de que las encuestas de opinión reportan un abrumador apoyo público a la campaña militar, en medio de la omnipresente propaganda estatal y las nuevas leyes que prohíben las críticas a la guerra, las grietas comienzan a mostrarse. Las líneas divisorias entre las facciones de la élite económica rusa son cada vez más marcadas, y algunos de los magnates, especialmente aquellos que hicieron fortuna antes de que el presidente Vladimir Putin llegara al poder, han comenzado, tentativamente, a hablar.
Para muchos, el enfoque más inmediato ha sido sus propios problemas económicos. Las amplias sanciones impuestas por Occidente han derribado una nueva cortina de hierro sobre la economía rusa, congelando decenas de miles de millones de dólares de muchos de los activos de los magnates en el camino.
“En un día, destruyeron lo que se construyó durante muchos años. Es una catástrofe”, dijo un empresario que fue convocado junto con muchos de los otros hombres más ricos del país para reunirse con Putin el día de la invasión.
La Casa Blanca volvió a presionar a los oligarcas el jueves, al anunciar una propuesta para liquidar sus activos y donar las ganancias a Ucrania.
Al menos cuatro oligarcas que triunfaron en la era más liberal del predecesor de Putin, el presidente Boris Yeltsin, abandonaron Rusia. Además, al menos cuatro altos funcionarios renunciaron a sus cargos y abandonaron el país, el que tenía el cargo más alto, Anatoly Chubais, fungió como enviado especial del Kremlin para el desarrollo sostenible y el zar de las privatizaciones de la era de Yeltsin.
Pero aquellos en posiciones superiores vitales para el funcionamiento continuo del país permanecen, algunos atrapados, incapaces de irse incluso si quisieran. En particular, la jefa del banco central de Rusia, Elvira Nabiullina, de buenos modales y muy respetada, presentó su renuncia después de la imposición de las sanciones occidentales, pero Putin se negó a dejarla ir, según cinco personas familiarizadas con la situación.
En entrevistas, varios multimillonarios rusos, altos banqueros, un alto funcionario y exfuncionarios, que hablaron bajo condición de anonimato por temor a represalias, describieron cómo ellos y otros habían sido tomados por sorpresa por su presidente -cada vez más aislado- y se sienten en gran medida impotentes para influir en él porque su círculo íntimo está dominado por un puñado de funcionarios de seguridad de línea dura.