Lali Espósito cerró su serie de cinco shows en Vélez agotados con un espectáculo demoledor que confirmó su lugar en la cima del pop argentino. Fue una noche de emoción desbordada, potencia escénica y señales cifradas que dejaron flotando una certeza: lo que pasó en Vélez fue enorme, pero el verdadero cierre de esta era todavía está por escribirse.
El Estadio Amalfitani volvió a explotar con "No vayas a atender cuando el demonio llama", la gira con la que Lali atravesó un 2025 histórico y terminó de ocupar un lugar que ya nadie discute. Dos horas y media de show bastaron para confirmar que no es solo una artista pop: es un fenómeno popular que convoca multitudes con una intensidad poco frecuente en la escena local.
Antes de que se apagaran las luces, Vélez ya era un grito. El “Olé, olé, olé, Lali” sonó como se canta en las noches que quedan marcadas. Nadie fue a ver “un recital”. Se fue a ser parte de algo.
Desde el arranque, el despliegue fue arrollador: puesta gigante, coreografías impactantes, banda afilada y una Lali que domina el escenario con naturalidad absoluta. A sus 33 años, después de crecer frente a cámaras y atravesar cada etapa bajo la lupa pública, volvió a demostrar que este disco no es solo un paso más, sino una declaración de identidad artística.


