El programa Precios Justos tiene como objetivo contener la suba de distintos productos de primera necesidad. Si bien ayudó a que esos artículos de consumo masivo se incrementen por debajo de la inflación general, a partir de su puesta en marcha creció la brecha entre los precios de los mismos productos según los distintos canales de venta.
Por ejemplo, de acuerdo a un informe de la consultora Ecolatina, se observa una diferencia de hasta 10 p.p. en el aumento de algunos productos entre los autoservicios o comercios de cercanía y los grandes supermercados. Esta realidad, agregó el estudio, impacta en el consumo y golpea a los sectores de menores recursos.
Precios Justos entró en vigencia el 11 de noviembre de 2022, cuando se fijaron los precios de alrededor de 1.800 productos por 120 días, mediante acuerdos con empresas y comercializadoras. Además, se aplicó un tope de aumento del 4% mensual para el resto de los artículos de consumo masivo que se venden en cadenas de supermercados por parte de estas firmas. Desde principios de febrero, el acuerdo se renovó y se amplió, con una nueva pauta de aumentos hasta junio y la incorporación de nuevos sectores.
Al analizar la efectividad del programa y las distorsiones que se generan según los canales de venta, desde Ecolatina señalaron: “Durante los meses desde la vigencia de Precios Justos, el IPC Consumo Masivo (construido en base al IPC GBA Ecolatina) se desaceleró: pasó de promediar 6,9% en septiembre-octubre a 4,8% entre noviembre y febrero. En febrero registró 4,7%, 1,6 p.p. por debajo del promedio del trimestre septiembre-noviembre, previo al acuerdo”.
En tanto, desde la firma destacaron que “mientras que en el canal moderno (supermercados, hipermercados) se observó una mayor incidencia del programa, en el canal tradicional (almacenes, pequeños comercios de cercanía) -no cubierto por el acuerdo y con menor trato directo con el Gobierno- el aumento de precios de los productos atravesados por Precios Justos fue mayor. Esto no es algo novedoso de este programa, sino que se trata de una situación que se repitió a lo largo de los últimos diez años con controles de precios”.
El estudio destacó que, desde su entrada en vigencia, la diferencia entre los aumentos de algunos productos dentro del acuerdo “no es menor”: “Por ejemplo, en el canal tradicional, el agua creció 10 p.p. por encima del canal moderno; los fideos, 9 p.p; la leche, 7 p.p; los yogures, 6 p.p”.
“Más aún, si se toma sólo diciembre y enero, meses donde no hubo actualizaciones en los precios que estaban congelados (en noviembre y febrero actualizaron 4% y 9% respectivamente), la diferencia es aún más profunda”, detallaron desde Ecolatina.
Impacto en el consumo
Esta brecha en los precios según los distintos canales, impactó también en las ventas. Por ejemplo, según los datos de la consultora Scentia, en 2022, mientras que el consumo en los supermercados subió 3,1% interanual, en los autoservicios independientes trepó apenas 0,8%.
Pero esa diferencia se profundizó en los últimos meses: en enero, las ventas en las grandes cadenas subieron 7,8% interanual y en los comercios de cercanía cayeron 9,1%. En diciembre, en los supermercados habían crecido 3,2% y en los autoservicios se contrajeron 4,7%.
“Esta brecha entre los aumentos de productos de consumo masivo incluidos en Precios Justos que se venden en supermercados y los que se consiguen en comercios de cercanía o pequeños autoservicios implica un impacto más severo sobre los sectores más vulnerables”, detallaron desde Ecolatina, y agregaron: “Los deciles más pobres de la sociedad no sólo gastan un mayor porcentaje de sus ingresos en productos de consumo masivo, sino que tienden a utilizar menos las grandes superficies”.
Por caso, la canasta básica de alimentos (CBA) que releva el Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (ISEPCI), en 900 comercios de cercanía de 20 distritos del Gran Buenos Aires, trepó en febrero 13,9%. Fue, destacaron, la suba mensual “más alta desde la crisis de principios de siglo”.
“Esta variación es producto de la conjunción de varios factores que se agregaron a la inercia inflacionaria que se viene potenciando desde hace más de un año. La carne, después de atravesar un 2022 con aumentos por debajo del promedio del conjunto de los alimentos (52% contra un incremento general por encima del 100%), empezó una suba abrupta en los últimos días de enero que se aceleró durante la primera quincena de febrero; las frutas y verduras parecen sufrir los efectos de la sequía, produciendo una baja en la oferta y una suba incesante de sus precios; y los productos de almacén que en los pequeños y medianos negocios de cercanía siguen sin sentir los efectos del programa de Precios Justos, con vigencia sólo en las grandes cadenas de supermercados, que no tienen bocas de venta en los barrios populares”, explicó al respecto Isaac Rudnik, director del ISEPCI.