No es un secreto para quienes forman parte del circulo rojo de Cristina Kirchner la preocupación y la furia que siente la vicepresidenta por las causas judiciales que la tienen involucrada en denuncias de corrupción.
El veredicto por Vialidad, como se conoce en los tribunales, será la primera etapa de un difícil camino que le espera. Pero la causa Hotesur, que tiene involucrados a sus hijos Máximo y Florencia, la desvela.
Sin embargo, las apariciones públicas de Cristina pasan por otro eje. Trata por todos los medios de encapsular el voto histórico del kirchnerismo para evitar la posible fuga de aquellos que se sienten desilusionados o traicionados por el rumbo del gobierno de Alberto Fernández.
En el “relato K”, Cristina no tiene nada que ver con los graves problemas que generó esa administración en materia económica y social. Es sólo una espectadora o una comentarista, como se ve en cada discurso.
Cristina y Máximo Kirchner salieron a militar por la vuelta en 2023, cómo si no tuviesen una importante presencia en el gobierno, a través de distintos cargos, más allá de la vicepresidencia.
En sus últimas apariciones Cristina Kirchner salió a evitar la fuga de los votos propios
Lo vimos por ejemplo en el reciente discurso en el estadio Único de La Plata, por el día de la Militancia peronista, al que Cristina rebautizó como de todos los argentinos y no solo del PJ.
Está claro que para ganar cualquier elección se necesita del voto de la clase media que llevó al gobierno a todos los presidentes desde el retorno de la democracia, incluida Cristina. Pero ahora la prioridad es la militancia.
De todas formas, llamó la atención que Cristina hablara públicamente de la inseguridad en un acto como lo hizo el viernes. Toda una “novedad” si uno recorre sus dos períodos en la Casa Rosada.
Es cierto que siempre fue una prioridad para los Argentinos, sobre todo los que habitan el conurbano (hacia allí apuntó su discurso), pero en su referencia hacia la Gendarmería, hubo una crítica y un mensaje directo hacia el ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández.
Al quilmeño lo llamó cada vez que sus gobiernos estuvieron en problemas. Fue ministro de Seguridad, secretario General de la Presidencia y Jefe de Gabinete. Pero nunca le gustó el juego propio de Aníbal, a pesar de que fue vocero de sus administraciones cuando nadie estaba en condiciones de hacerlo.
Hoy, el ministro es el único que se atreve a responderle o desafiar en público a Máximo, el Cuervo Larroque u otros dirigentes de La Cámpora que cuestionan o atacan al presidente Alberto Fernández.
Para Cristina lo que hace Aníbal es “pecado mortal” y por eso sale a cruzarlo en público, sabiendo que también es un golpe para el Presidente Fernández.
En este escenario para consolidar el voto propio, los intendentes y los gobernadores aparecen atados otra vez de pies y manos al destino que quiera imponer Cristina, a pesar de que no pudo evitar la caída de las PASO y, hasta ahora, habrá elecciones internas abiertas.
Después se verá si ella es candidata a presidenta o a senadora por Buenos Aires para asegurar sus fueros ante los fallos judiciales que se vienen. Ahora, Cristina parece haber retomado el poder que siempre le gustó mostrar. Pero también está atando al peronismo a su suerte.
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