Primero fue Shakira, después Patricia Jaldín, ahora, Rocío Ludmila Castrillo es otra de las personas que fue testigo del manejo de dinero por parte de la Tupac Amaru y de su jefa, Milagro Sala. Castrillo es una joven de 22 años que vivió durante ocho en el Barrio Alto Comedero, construido en un sector por la organización, conocido como “El Cantri”.
La joven residía en una de las viviendas del barrio Tupac Amaru. Allí vivió junto a su mamá y a nueve hermanos. Estuvieron en el barrio hasta el 2013, cuando una de sus hermanas se suicidó. El estremecimiento de ese episodio, las llevó a dejar el barrio.
Aunque ni ella ni su familia tuvieron algún rol orgánico en la organización social de Sala, su vínculo con la Tupac viene por el lado de su participación en el Centro Cultural del barrio.
A partir de esa incursión, pudo ver cómo Milagro Sala ordenaba el famoso “Día de pago”. Y lo recuerda con lujo de detalles. “Ese día, venía a cobrar gente de toda la provincia a la sede de la Tupac Amaru o a la estación recuperada del ferrocarril”, le cuenta Castrillo a Infobae.
La Tupac Amaru se dividía en distintas áreas. Cada cooperativista y trabajador de esos sectores cobraba un sueldo. Una de las áreas era la de educación. Allí, quienes también recibían plata de Sala eran los propios alumnos. “A mí me pagaban cuando me sacaba buenas notas en la escuela Bartolina Sisa”, recuerda.
“En ese momento nos daban $700 a quienes tuviéramos notas más altas. En esa época era mucho. Además, nos daban un bolsón de alimentos”, le cuenta la joven a este medio. Se trataba del programa “Tupaqueritos”, una iniciativa ideada por Patricia Jaldín, la directora de Bartolina Sisa, y otros colaboradores del área educativa.
Era algo similar a un sistema de becas para aquellos alumnos, hijos de cooperativistas y residentes del barrio Tupac, que tuvieran buena calificación. “Los alumnos que asistían ahí tenían una beca. Tenían que mantener buena nota y buena conducta. Se les daba $700 a cada alumno sobresaliente por mes”, le explica Jaldín a Infobae.
El día de pago de la Tupac
Pero eso no era lo que le llamaba la atención a Castrillo. A partir de esa beca de $700, la entonces niña tenía que ir una vez por mes a la sede de la Tupac Amaru, en el centro de San Salvador, a cobrar ese dinero.
El mismo día que cobraba ella, también cobraban absolutamente todos los cooperativistas e integrantes de la Tupac Amaru de toda la provincia. “El día de pago” movía a gente de todo Jujuy hasta un galpón de la Tupac, para cobrar sus sueldos.
Filas de miles de personas esperaban largas horas para cobrar entre $2000 y $5000 mensuales, entre el 2010 y el 2015. En tanto, a los estudiantes les daban $700.
“Llegaban bolsos con plata de los autos de Milagro Sala para pagarle a la gente de la Tupac Amaru”, revela Castrillo. En la sede de la organización, en la calle Alvear, se llenaban largas mesas con plata.
Se repartía dinero en efectivo, discrecionalmente, a miles de cooperativistas en toda la provincia. Era dinero que provenía de fondos públicos para construir viviendas sociales. Sin embargo, había miles de cooperativistas que cobraban mensualmente por obras que nunca empezaron ni se hicieron, conforme consta en los expedientes “Pibes Villeros” y “Megacausa”.