Fue el paro general de la CGT más rápido desde el regreso de la democracia, en 1983. ¿Fue también el que diluyó más rápidamente el eventual rédito político para sus promotores? La máxima dirigencia cegetista siente que dio una fuerte señal de advertencia a Javier Milei con la masiva movilización del miércoles pasado ante el Congreso, aunque esa protesta, pese a la contundencia que mostró en la calle, no provocó cambio alguno en la relación (o no relación) del Gobierno con el sindicalismo. Sin embargo, entre los sindicalistas hay un contenido clima de euforia. Creen que el ambiente político adverso al oficialismo que lograron con su concentración callejera fue determinante para que la Casa Rosada decidiera dar marcha atrás con el paquete fiscal con el fin de aprobar la ley ómnibus en el Congreso. Es más: en el grupo de WhatsApp de la cúpula de la CGT hay quienes se jactan de haberlo echado a Guillermo Ferraro del Ministerio de Infraestructura por el éxito de la medida de fuerza. Ese aire triunfalista tiene componentes erróneos. El acierto o no de un paro general hay que medirlo en función de lo que se consigue a partir de esa acción, que siempre es el último recurso cuando se agotó la negociación. El despido de Ferraro y el retroceso de Milei para facilitar la sanción de la ley ómnibus responden a otros motivos. En todo caso, el telón de fondo que los emparenta con el paro de la CGT es la dificultad del Presidente para aceptar el diálogo con otros sectores y buscar consensos, pero el sindicalismo se equivoca si cree que Milei cedió debido a la protesta del miércoles. El hijo mayor de Hugo Moyano ya fue bautizado por algunos pares maliciosos como “El metabólico” por su furcio: explicó que su amenaza a Caputo fue “una frase metabólica” (por metafórica). Y en el sector dialoguista de la CGT hubo muchas quejas ante su inquietante bravuconada: creen que fue una provocación innecesaria que puede romper los puentes del posible diálogo con el Gobierno y que dejó al sindicalismo, de mala imagen en la sociedad, nuevamente asociado con la intolerancia. ¿El dirigente camionero amenazó a Caputo de manera espontánea o con el objetivo de dinamitar cualquier posible negociación de la CGT con Milei? Es la duda que tienen algunos sindicalistas. Después de todo, el dirigente camionero estaba alineado hasta hace poco con Máximo Kirchner. Tras el paro con movilización, la cúpula cegetista deberá definir la estrategia que desplegará ante el Gobierno, pero está condicionada por una fuerte división interna. Los dialoguistas quieren dar señales de abrir una instancia de diálogo, aprovechando que Milei ya dio marcha atrás con la ley ómnibus, pero los duros, aliados al kirchnerismo, a las dos CTA y a los piqueteros combativos, prefieren profundizar el plan de lucha: ya se habla de un paro general de 24 horas para marzo. El Gobierno, por ahora, juega a explotar el desprestigio del sindicalismo en la mayor parte de la sociedad, mientras minimiza la protesta de la CGT y da pistas de represalias en un área sensible para los gremios como las obras sociales: por eso fuentes oficiales vincularon el despido del titular de la Superintendencia de Servicios de Salud, Enrique Rodríguez Chiantore, con el paro general.
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