Murió Nora Cortiñas, una de las madres de Plaza de Mayo más reconocidas e ícono de mil luchas. Su vida cambió para siempre en 1977, cuando la última dictadura secuestró y desapareció a su hijo Gustavo. Desde entonces, se sumó a la militancia por los derechos humanos y acompañó cada lucha que pudo. Le decían "la madre de todas las batallas". Tenía 94. Hasta principios de mayo, participó en silla de ruedas de las rondas de las Madres en Plaza de Mayo. Siempre con un pañuelo blanco en su cabeza y una foto de su hijo desaparecido (que nunca apareció) colgada al cuello, solía participar de infinidad de luchas. Podía ir hasta Santiago del Estero y defender campesinos, anudarse un pañuelo verde en la muñeca y pedir por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito o ir a una comisaría de noche para pedir la liberación de una militante de La Poderosa, víctima de violencia policial. Era Norita. De palabras firmes y sonrisa encantadora.
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