El proyecto de ley que busca regular la producción industrial de la planta de cannabis obtuvo dictamen en las comisiones de Agricultura y Ganadería y Presupuesto y Hacienda de Diputados. La iniciativa, propuesta por el Ministerio de Desarrollo Productivo nacional, ya tiene media sanción del Senado y podría votarse en la próxima sesión de la Cámara baja, ya que el Frente de Todos convocó a una sesión para este jueves en la que incluirá esta iniciativa.
De aprobarse, se convertiría en ley y crearía entonces la Agencia Regulatoria de la Industria del Cáñamo y del Cannabis Medicinal (ARICCAME), que tendrá como función -entre otras- regular la importación, exportación, cultivo, producción industrial, fabricación, comercialización y adquisición de semillas, de la planta de cannabis y de sus productos derivados con fines medicinales o industriales.
Las barreras legales (y culturales) actualmente frenan el uso del cannabis para producir medicamentos, cosméticos, alimentos, materiales de construcción o autopartes, entre muchas otras cosas. Pero están a punto de levantarse. Si se materializa la nueva ley, Argentina integrará una nueva matriz productiva que genera expectativas de crecimiento económico y creación de fuentes de trabajo en un mundo en crisis.
Al menos durante la reunión de las comisiones, el clima legislativo aparece propicio para que Diputados vote a favor y complete la media sanción que ya le dio el Senado en julio de 2021. Con excepción de un diputado de Juntos por Río Negro, que hizo una ensalada entre la cuestión productiva de la planta del cannabis, el narcotráfico y los consumos problemáticos, casi todos los y las legisladoras que expusieron durante el plenario se manifestaron a favor de avanzar, con más o menos matices.
De hecho, al proyecto de ley lo acompañan provincias gobernadas por partidos opositores, como Jujuy y Corrientes, que ya tienen en marcha emprendimientos productivos cannábicos, especialmente el estado gobernado por el radical Gerardo Morales. Allí la empresa estatal Cannava ya cultiva plantas y produce aceites que se expenden en farmacias locales y en el hospital público de la ciudad de Perico.
Temperatura, humedad, vientos y altura sobre el nivel del mar: la combinación de factores de este ecotono -la transición de la selva de las Yungas al bosque chaqueño- parece ideal para que la planta hembra de cannabis sativa -acostumbrada a adaptarse casi al clima que le toque- se sienta muy a gusto en este ambiente y crezca y florezca fuerte y radiante desde la primavera hasta el otoño.
El Pongo fue donada al Estado jujeño en 1975 por el médico Plinio Zabala. El hombre no tenía hijos y puso como condición para su regalo que la tierra se explote tras su muerte con proyectos agrícolas y un fin noble: parte de lo recaudado debía destinarse al mantenimiento del hospital de Perico, la ciudad más próxima a la estancia.
Las paradojas del tiempo se conjugaron para que, 45 años después de la lectura del testamento de Zabala, sobre esa tierra provechosa donde crecen desde frutillas a tabaco, se cultive por primera vez marihuana de forma legal y a gran escala con el objetivo, justamente, de aliviar el dolor de los enfermos.
Con la nueva reglamentación de la ley de uso medicinal, Argentina se integra de a poco a la cada vez más globalizada reivindicación del uso del cannabis, una práctica ancestral que tiene al menos 5.000 años, con una interrupción injusta durante los últimos 90, cuando fue prohibida y demonizada en todo el mundo y poco después incluida en la lista de sustancias peligrosas elaborada por Naciones Unidas a la par de la heroína, aunque no se conoce un solo caso de muerte por sobredosis de marihuana en la historia de la humanidad.
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