El acceso a la salud es un derecho universal. Una guerra lo interrumpe de manera violenta y brutal, con consecuencias inmediatas sobre la salud de la población civil pero también con efectos a largo plazo. Ucrania padece la destrucción de su infraestructura sanitaria a lado y lado de la línea de combate, pero también puede llegar a enfrentar riesgos como la reaparición del virus de la polio o el crecimiento de una nueva oleada de Covid-19.
Las imágenes de mujeres embarazadas siendo rescatadas de un hospital bombardeado salieron de Mariúpol, Ucrania, y dieron la vuelta al mundo. Quizás son una de las estampas más dramáticas de la guerra emprendida por Rusia contra su país vecino, pero no son el único caso de un ataque sobre una institución médica.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya cuenta 31 agresiones contra infraestructura y servicios sanitarios desde el inicio de la guerra en Ucrania, entre los cuales se registraron 24 incidentes contra instalaciones y cinco contra ambulancias. Estos ataques hirieron a 34 personas y arrebataron la vida de 10 civiles y dos trabajadores de la salud.
En un comunicado conjunto, la OMS y Unicef pidieron el "cese inmediato de todos los ataques contra los servicios sanitarios en Ucrania": "Estos ataques horrorosos están matando y causando serias heridas a pacientes y trabajadores, destruyendo infraestructura vital y forzando a miles de personas a renunciar a servicios de la salud a pesar de catastróficas necesidades".
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