Rafael López Aliaga, un ultraconservador que alguna vez pidió en público la muerte del presidente del Perú, Pedro Castillo, será desde enero el alcalde de Lima, metrópolis en que vive casi un tercio de los peruanos, lo que parece agravar aún más el clima de incertidumbre política en el país.
Ahora, según el politólogo Roger Santa Cruz, lo que le podría quedar a Castillo es tratar de acercarse a los gobiernos regionales emergidos de las elecciones del domingo, para consolidar acuerdos.
No será fácil por la heterogeneidad de esos gobiernos, que en su gran mayoría estarán en manos de movimientos de alcance regional sin nexos entre sí.
Los comicios regionales volvieron a dejar en evidencia, según Santa Cruz y otros analistas, las enormes diferencias entre Lima y el resto del país.
Así, mientras en la capital hubo predominio de tres partidos nacionales -el ultraconservador Renovación Popular (RP), el derechista Podemos Perú (PP) y el centroderechista Somos Perú (SP)-, en el interior esas organizaciones fueron barridas por colectivos regionales.
Solo SP, con dos triunfos en la selva, y el centroderechista Alianza Para el Progreso (APP), con dos en la costa norte, lograron algunos resultados exitosos en el interior del país.
Es decir, de las 25 gobernaciones departamentales, alrededor de 20 estarán en manos de esos movimientos regionales, a los que Santa Cruz describe como “agrupaciones pragmáticas de ciudadanos que se unen para hacer política”.
En otras ocasiones, muchos de esos grupos solían manejar discursos de izquierda, incluso radical, pero esta vez los triunfadores parecen estar más cerca del centro o menos ideologizados.
Lima ratificó su vocación conservadora: la alcaldía de la ciudad de 9,5 millones de habitantes se disputó voto a voto entre López Aliaga, de RP, y Daniel Urresti de PP, a quienes solo hizo alguna sombra George Forsyth, de SP.
Al final, el triunfo, por no más de un punto porcentual, fue para López Aliaga, millonario miembro del Opus Dei que presume de su castidad y sus autoflagelaciones y tiene un discurso virulento contra los “malditos comunistas” (la gente de izquierda), y los “caviares” (quienes se le oponen desde el centro o centroizquierda).
A los 61 años, el virtual alcalde electo, que maneja como monopolio el transporte férreo hasta Machu Picchu, es nuevo relativamente en política. Su presencia se empezó a notar hacia 2019, cuando a fuerza de aportes económicos tomó la conducción de un partido al que rebautizó como RP.
El año pasado se postuló a la presidencia y quedó tercero a poca distancia de Keiko Fujimori. Desde entonces ha sido persistente crítico de Castillo, para quien siempre ha tenido los peores calificativos y contra quien ha dispuesto una ofensiva continua desde el Congreso a través de su partido.
López Aliaga estuvo segundo en las encuestas durante todo el proceso, superado por Urresti, general en retiro del Ejército al que se acusa del asesinato de un periodista y la violación sexual de una campesina, pero dio el salto en la recta final fortalecido por los señalamientos contra su rival.
Ahora hay quienes creen que puede abandonar la alcaldía en cuanto haya otras elecciones presidenciales, pero él lo niega. Por lo pronto, aseguró como vicealcalde y eventual reemplazo a otro referente de la derecha, el exparlamentario Renzo Reggiardo.
Impulsados por López Aliaga, Urresti y Forsyth, RP, PP y SP se quedaron además con buena parte de los 43 distritos que componen Lima. RP logró imponentes mayorías en las zonas con pobladores de elevados ingresos económicos.
En buena parte de los departamentos -el conteo aún no terminaba en la tarde del lunes-, se perfilaban segundas vueltas entre los dos candidatos más votados, pues ninguno llegaba al 30 % requerido.
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