El 11 de Julio de 2021 (11-J) el pueblo tomó pacíficamente las calles de Cuba con el clamor de “libertad”, proclamando el fracaso de la dictadura de 62 años con el señalamiento “abajo el comunismo” y expresando su desesperación por la falta de alimento, medicina y esperanza con el grito “no tenemos miedo”. La respuesta fue la “orden de combate” del dictador Castro a través de Miguel Diaz-Canel que sigue produciendo muertos, miles de heridos y detenidos, torturas, desapariciones forzadas y “terrorismo de Estado” con “procesos falsificados” y “sentencias atroces”. Pero la resistencia civil y popular sigue, y el 11-J marca el inicio de la terminación de la dictadura de Cuba y de sus satélites en Venezuela, Bolivia y Nicaragua.
El 11-J las mujeres, hombres, juventud, artistas, todos los cubanos, decidieron ejercer el “derecho humano de libre expresión” para pedir un cambio, “Patria y Vida”. Lo hicieron después de más de 62 años de dictadura auto proclamada “revolución cubana”, muerto en la impunidad su jefe Fidel Castro y sometido el pueblo a un sistema de control fascista, que ha convirtió la isla en una cárcel e hizo desaparecer la condición de ciudadanos cubanos para convertirlos en sobrevivientes sometidos.
El 11-J expresa un movimiento de resistencia civil precariamente organizado por medio de las redes sociales y la oportunidad que brinda la revolución comunicacional del siglo XXI. Una expresión popular fundada en las necesidades básicas del derecho humano fundamental que es el “derecho a la vida”, porque en Cuba no había ni hay comida, ni servicios de salud, ni medicina, ni educación, ni esperanza alguna para el pueblo, mientras una pequeña elite familiar/militar vive en la opulencia dentro y fuera del país y detenta el poder con un sistema institucionalizado de violación de derechos humanos.
La denominada Constitución de Cuba es solo un “estatuto dictatorial” que regula el sometimiento del pueblo, la liquidación de la libertad y el “terrorismo de estado” como forma de gobierno. Lo prueba la simple lectura de su “artículo 4: La defensa de la patria socialista es el más grande honor y el deber supremo de cada cubano. La traición a la patria es el más grave de los crímenes, quien la comete está sujeto a las más severas sanciones. El sistema socialista que refrenda esta Constitución, es irrevocable. Los ciudadanos tienen el derecho de combatir por todos los medios, incluyendo la lucha armada, cuando no fuera posible otro recurso, contra cualquiera que intente derribar el orden político, social y económico establecido por esta Constitución”.
Un régimen que impone el “partido único” en lo que llama constitución confiesa terrorismo, como lo prueba su “articulo 5: El Partido Comunista de Cuba, único, martiano, fidelista, marxista y leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, sustentado en su carácter democrático y la permanente vinculación con el pueblo, es la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado. Organiza y orienta los esfuerzos comunes en la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista…”.
Causa espanto conocer lo que llaman leyes, especialmente las penales y de la organización judicial y de los procedimientos, que además se cambian según el mejor interés de manipulación del régimen. Cuestiones como la “peligrosidad predelictiva” que condena a una persona porque el régimen sabe lo que ella piensa y lo considera delito, es un crimen sin acción ni omisión del acusado!!.. Esto y más prueba la naturaleza no solo dictatorial sino de “crímenes de lesa humanidad” establecidos en “leyes infames”.
Además de la institucionalización de la violación de derechos humanos y de un régimen de terror, la dictadura de Cuba se sostiene con violencia abierta, torturas, asesinatos, extorsiones y agresiones contra su pueblo y un muy eficiente sistema de coacción internacional expandido en el siglo XXI en el que han convertido el castrismo en castrochavismo con el aporte inicial y la muy oportuna muerte de Hugo Chávez. Así, Cuba es hoy la dictadura jefe del grupo de delincuencia organizada trasnacional autodenominado “socialismo del siglo XXI” que controla las dictaduras Venezuela, Bolivia y Nicaragua, y los gobiernos de Argentina con Fernández/Kirchner y México con López Obrador.
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