Irán está más expuesto que nunca. Un año y dos meses después del brutal ataque de Hamas contra Israel, la república teocrática perdió gran parte de su poder de fuego en la región. Hoy la línea dura del gobierno debate la posibilidad de cruzar el umbral nuclear como medida desesperada de mitigar sus pérdidas. No fueron tiempos fáciles para el país de los ayatolás. Los últimos golpes fueron contundentes. Primero la hemorragia bélica sufrida por Hamas en una devastada Franja de Gaza. Luego, vino el debilitamiento de Hezbollah en el Líbano que se saldó con un precario alto el fuego. Los principales grupos proxy iraníes sufrieron severas derrotas a manos de las fuerzas israelíes. Ahora, la caída del gobernante sirio Bashar Al Assad, a cuyo régimen Teherán se encargó de financiar y armar durante décadas, se derrumbó sin resistencia ante un sorpresivo avance de los rebeldes islámicos. “La caída de Assad pone un signo de exclamación sobre el hecho de que décadas de estrategia e inversión iraníes en la región se desmoronaron en cuestión de semanas”, graficó el analista Ali Vaez, jefe del Proyecto Irán del Crisis Group, una ONG especializada en la resolución de conflictos.
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