Entre debates sobre la moralidad y ética de las relaciones, Nueva York decidió revisar el pasado para progresar y avanzar con la eliminación de una ley, de hace más de un siglo, que penalizaba a la infidelidad considerándola un delito. La gobernadora Kathy Hochul firmó un proyecto de ley que deroga el estatuto que penalizaba el adulterio, vigente desde 1907, poniendo fin a una norma que calificó como "anticuada".Esta ley establecía penas de hasta tres meses de prisión para los culpables de adulterio, y en los últimos tiempos había sido muy cuestionada debido a su poca efectividad, baja aplicación en la práctica y un símbolo muy conservador para la época. Hochul hizo hincapié en que la norma pertenece al pasado y no referencia la libertad de los tiempos actuales: "Estas situaciones deben resolverse en el ámbito personal, no en los tribunales". La decisión no tuvo un impacto solamente en lo legal, sino también en el derecho a la privacidad de las personas a manejar su vida íntima como ellos lo consideren. La despenalización del adulterio en Nueva York no quiere decir que la infidelidad sea legal y aceptada socialmente, sino que el Estado ya no se involucrará en el seguimiento penal de las personas que sean infieles.
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