Nicolás Maduro cavó más profundo la trinchera que lo mantiene en el Palacio de Miraflores, sede de gobierno. Un mes después de su cuestionada proclamación como presidente reelecto de Venezuela, la consigna hoy es clara: resistir y reprimir. Ni las protestas de la oposición ni la creciente presión internacional lograron esmerilar su poder. La cúpula militar está alineada detrás de la figura del superministro de Defensa, Vladimir Padrino López. No hay grandes fisuras internas. Asegurada la unidad del chavismo, el plan es “pacificar” las calles con una oleada de arrestos e intimidación. “Ahora todos están unidos en el golpe. Se unen frente a una amenaza común: no hay disputa”, dijo el exministro de Comunicación e ideólogo de la propaganda chavista Andrés Izarra, exiliado en Berlín.El primer paso fue dado. La designación como nuevo ministro del Interior y Justicia de Diosdado Cabello, considerado el líder del ala dura del gobierno, blanqueó el objetivo de aumentar la represión de la protesta opositora. La detención del exdiputado Biagio Pilieri, tras participar el miércoles en un acto encabezado por la líder opositora María Corina Machado en Caracas, es solo una muestra. Más de 2400 personas están bajo arresto en Venezuela desde las elecciones presidenciales del 28 de julio, que la oposición asegura que ganó con holgura.
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