Si bien no está claro quien dio la orden de asesinar a Fernando Villavicencio, a pesar de un video que circula en redes sociales donde miembros de la pandilla narco Los Lobos confiesan la autoría del crimen, el asesinato a sangre fría, de tres disparos en la cabeza, del periodista y opositor político de Rafael Correa y Guillermo Lasso, actual presidente ecuatoriano, trae reminiscencias y similitudes del magnicidio de otro aspirante a la presidencia de un estado esmerilado por el narcotráfico: la muerte de Luis Carlos Galán en Colombia.
El 18 de agosto de 1989, el periodista y político, Luis Carlos Galán, otro valiente que enfrentó al narcotráfico, fue ultimado por sicarios que seguían órdenes de los capos del Cartel de Medellín que comandaba Pablo Escobar. Y, lo mataron, mientras saludaba a sus partidarios en un mitin político en la localidad de Soacha, evento en el cual, también fueron asesinados un concejal, Julio César Peñaloza Sánchez, y un custodio del candidato presidencial liberal colombiano, Santiago Cuervo, mientras intentaba asistir a su protegido.
El crimen de Villavicencio, que había sido amenazado reiteradas veces y que sabía que un chaleco antibalas no iba a salvarlo, tiene una gran cantidad de coincidencias con el asesinato de Galán ocurrido 34 años antes.
Sin embargo, el poder de los cárteles colombianos del narcotráfico de fines de la década del ‘80 del siglo pasado, eran infinitamente mayores que las actuales pandillas narcos que están derrumbando el estado de derecho en Ecuador y lo están transformando en un estado fallido incapaz de garantizar el acceso a servicios básicos a su población. Y, uno de esos servicios y derechos humanos básicos de cualquier población, es la seguridad de los ciudadanos de un estado.
Ecuador vive al ritmo de las pandillas que controlan el narcotráfico, asociado con mafias que integran el crimen organizado como una multinacional, y trafican hacia Europa. Con pandilleros que tienen sus líderes presos en varias cárceles estatales desde las que ordenan crímenes, donde se cometen asesinatos, y se organizan operaciones de contrabando de estupefacientes.
Cualquier similitud con lo que sucede en la ciudad de Rosario en Argentina no es mera coincidencia.
A confesión de partes relevo de pruebas afirma un axioma jurídico. Pero, el vídeo donde un grupo de encapuchados que dicen pertenecer al clan narco de Los Lobos asumiendo la autoría del asesinato de Villavicencio y amenazando a otros candidatos para las próximas elecciones presidenciales del 20 de agosto en el país andino, parece ser una grabación armada con actores de bajo presupuesto.
Pero, ¿Quiénes son Los Lobos? Y ¿Cuál es su verdadero poder en medio de un ecosistema donde tienen otras pandillas que le hacen competencia en el intento de dominar la comercialización de drogas?
El sitio de investigación periodística Insight Crime anota que “Los Lobos se han constituido como la segunda agrupación delictiva más numerosa de Ecuador, con más de 8.000 miembros distribuidos en las prisiones del país. El grupo ha participado en varias sangrientas masacres carcelarias en Ecuador, que dejaron más de 315 reclusos muertos solo en 2021”.
Como suele ocurrir entre los clanes del bajo mundo, una pandilla nace de la erosión y dispersión de otras que, por algún motivo, comienzan a perder relevancia.
En este caso la posición declinante de los pandilleros que integran el clan de “...los Choneros, organización criminal dominante en Ecuador hasta hace unos pocos años, dejó el camino libre para que los Lobos tomaran el control de una poderosa federación de bandas, entre las que se cuentan los Tiguerones y los Chone Killers, para competir por el control de las prisiones en Ecuador y por el tráfico de narcóticos, como enlaces con el crimen organizado de Colombia y México. La pandilla también se ha vuelto muy activa en la industria de la minería ilegal”.
Los Lobos hacen de las calles su terreno de actuación y dominan la ciudad de Guayaquil además de la que es considerada su base de operaciones y cuartel general de sus líderes, las prisiones donde están alojados y desde las que han extendido su poder de corrupción en la clase política y judicial. Están presentes en las provincias de Cotopaxi, Tungurahua, Santo Domingo, Guayas, Chimborazo, Azuay y El Oro. Sin embargo, la joya de la corona es el pabellón número 9 de la Penitenciaría del Litoral, tomado absolutamente por su férreo control.
Las guerras internas entre los leales de los Choneros y Los Lobos en las prisiones ecuatorianas se volvieron moneda corriente desde que las autoridades ecuatorianas comenzaron con los traslados masivos de prisiones.
El gobierno hacía campañas regulares para disolver las bandas carcelarias mediante la reubicación de los líderes de las bandas y de reclusos peligrosos en otras penitenciarías, pero esto tuvo el resultado contraproducente de extender su presencia a más centros carcelarios con la consiguiente creación de nuevas facciones.
Estos hechos sangrientos provocaron que la tasa de criminalidad y homicidios se dispararan en Ecuador en los últimos cinco años. Según estadísticas oficiales entre 2016 y 2022 las asesinatos crecieron en un 500 %, el registro más importante de Sudamérica.
Para Insightcrime.org “Gran parte de esta violencia está relacionada con el auge del comercio de cocaína y la conveniente ubicación de Ecuador como punto de partida de drogas hacia Europa.
Varias pandillas se disputan el transporte de cargamentos de cocaína a través de vías fluviales que se extienden hacia el sur desde la frontera de Ecuador con Colombia, el mayor productor de cocaína del mundo, hasta los puertos de Ecuador en el Pacífico”.
La batalla por el control de la ciudad portuaria de Esmeralda, posee el puerto principal más cercano a Colombia, se ha convertido en la zona con mayor número de homicidios en Ecuador.
En 2022, los asesinatos en la provincia de Esmeraldas se duplicaron en el lapso de un año, y su tasa de homicidios alcanzó 81 por cada 100.000 habitantes, cifra que hace ver pequeño el promedio nacional, que es de 22 por cada 100.000 habitantes.
Alguna vez, hubo un capo narco ecuatoriano que intentó unificar a las pandillas y crear un gran cartel similar a los colombianos y emular al capo mexicano Miguel Ángel Félix Gallardo en los ‘90.
Se llamaba Leandro Norero, alias “El Patrón”, financista y blanqueador de dinero del narco que trabajaba para Los Lobos.
Al caer preso intentó unificar las operaciones de Los Lobos con Los Choneros pero, según afirmó el periódico digital ecuatoriano Primicias, comenzó a dialogar con Los Choneros, sin tener la aprobación de los “capos” de Los Lobos, ese error le costó la vida en la denominada masacre en la cárcel de Cotopaxi que dejo un saldo de 15 muertos en octubre de 2022.
El presidente ecuatoriano Guillermo Lasso afirmó recientemente “no le vamos a entregar el poder y las instituciones democráticas al crimen organizado”, por el momento, esa batalla la viene perdiendo ampliamente.
- Internacionales