La baja de la inflación puede traer aparejada un efecto no deseado por el Gobierno y es que licúa menos el gasto, es decir, queda menos margen para jugar con el maquillaje contable. El efecto contrario cuando sube, es que va disolviendo los pasivos. Al respecto, un estudio de la Asociación Argentina del Presupuesto Público (ASAP) logró medir el desvío que hay entre la realidad y los números que propone el Gobierno en materia de gasto para el año próximo. Uno de las claves es que prevé para este año una inflación más baja de lo que finalmente va a ocurrir. Ello desvirtúa los números reales del gasto de este año y pone un piso más bajo el siguiente ejercicio. En otros términos, es como si el Gobierno estuviera diciendo que este año está gastando menos dinero de lo que realmente ocurre.  El Gobierno ha previsto para el año próximo un gasto primario de $105,9 billones. mientras que para el cierre del 2024 estima que se ubicará en $78,5 billones. Si se cumplieran las proyecciones de inflación del Presupuesto 2025, eso implicaría un incremento del gasto primario del 5,9% en términos reales. El proyecto que analiza el Congreso estima que la inflación del 2024 será de 104%, pero para que ello suceda, el IPC de octubre, noviembre y diciembre debería ser de 0,5% por mes, algo que a todas luces no va a ocurrir. Entonces quiere decir que el gasto está subestimado, lo que le permite al Gobierno mostrar un crecimiento para el siguiente ejercicio que no va a ocurrir.